Decir adiós es como cortarse un brazo

Decir adiós es como perder un brazo. Me explico.

Me ocurre, desde siempre, que cuando quiero comprender un sentimiento o un "proceso de la mente humana", me lo tengo que imaginar de una forma tan visual que hasta un niño de 3 años lo pudiera entender.

Imagina que tienes un brazo que poco a poco se va enfermando, se va poniendo morado, intentas sanarlo de vez en cuando porque piensas que aún hay esperanzas para ese brazo. Todavía sientes que el brazo es tuyo, puedes coger peso con él e incluso remar con él o jugar a los dardos, aunque con dificultad.         

Pero día tras día ves cómo tu brazo se va tornando más morado, te duele, incluso te das cuenta que poco a poco estás dejando de sentirlo. Pero te da miedo la sola idea de pensar en cortarlo, ¡por el amor de Dios! ¡es tu brazo!                                                                

Tienes la mano entumecida, tanto que ya no puedes usarla. Apenas puedes doblar los dedos. Un día te das cuenta que ya ni siquiera eres capaz de ponerte la chaqueta, tienes el brazo tan muerto, hinchado, sin vida... que te pesa. Te molesta incluso para dormir.   

Empiezas a barajar la posibilidad de cortarte el brazo, pero al pensarlo te invade el pánico. Ese brazo ha estado contigo siempre, ¿cómo puedes decirle a adiós?. El sentimiento de culpa que experimentas es inmenso.          

Un día te levantas decidida a sanar ese brazo de una vez, a devolverlo a aquello que fue al principio. Pero es imposible, tu brazo nunca más va a ser o que era. Se ha muerto. Tú lo sabes y por primera vez dejas de resistirte. Por fin, y tras muchos días pensando y llorando, decides que es hora de decir adiós, no puedes seguir viviendo así, pues el color morado del brazo está empezando a subir por tu hombro y si no haces algo al respecto, todo tu cuerpo va a enfermar, y eso si que no te lo puedes permitir. Quieres vivir.       

Cuando te sientes lo suficientemente preparada, lo haces, te cortas el brazo. El chillido de dolor que sale de tus entrañas es lo más fuerte que jamás hayas podido imaginar. Duele como mil puñaladas. Lloras, gritas, tienes miedo. Durante los próximos días la herida sangra demasiado, estas asustada. Hay días que todavía tienes la sensación de que el brazo sigue ahí, sueñas con tu brazo cuando estaba sano, pero cuando te tocas el costado te das cuenta que ya no está. Lo hiciste tú sola, empiezas a dudar de si fue lo correcto.

Duele. Duele la herida y duele recordar que una vez estuvo ahí.

Pero al cabo de unos meses, por primera vez te despiertas y te sientes bien (o no tan mal). Tranquila. En paz. Miras tu muñón y ves cómo día tras día va cicatrizando. Te levantas y te sientes ligera, ya no echas tanto de menos a tu brazo, lo recuerdas con cariño, pero ahora tienes incluso la ilusión de probar con uno de esas nuevas prótesis biónicas, ¿quién sabe?, es posible que puedas volver a jugar a los dardos y a remar otra vez, ¡seguro que puedes!, ¡estás segura!

Lo mejor que hiciste fue cortar tu brazo. Ahora lo sabes, porque ya no tienes miedo. 

Hace mucho tiempo tuve una relación de bastantes años que terminó por asfixiarme. Iban pasando los años y ambos notábamos que ya no teníamos cosas en común, y eso se notaba en las pocas ganas de compartir y crear algo juntos. Pero ahí nos tenías a los dos, resistiéndonos al cambio natural y agarrándonos a nosequé por no sentirnos solos o por no mirar a los ojos a ese pequeño monstruo que te susurra todos los días "es hora de que vayas diciendo adiós y tires por tu lado".

Un día la sensación de ahogo era tal que decidí dejar de girar la cara ante lo obvio.

Me corté el brazo.

Mi madre me preguntó -¿cómo te sientes? -"Como si me hubiera cortado un brazo engangrenado" le dije. Y así, como en el texto de arriba, es como describí ese proceso de pérdida/duelo/cambio, que todos alguna vez experimentamos, a cualquier nivel (sentimental, laboral, etc.)

Años más tarde vi Requiem por un sueño, y en los últimos minutos de film, creí entender a Harry.


Los que la habéis visto ya sabréis a qué me refiero.

Y tú, ¿te has cortado el brazo alguna vez?

Si te ha gustado este post y quieres comentar y compartir puedes hacerlo aquí.

¿Hay algo que quieras comentarme en privado? Si es así escribe a dime@lascosasdeziel.es y te contestaré a la velocidad de la luz.

¡Gracias! ♥

©2017 Las Cosas de Ziel, Barcelona, 08001
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis! Esta página web fue creada con Webnode. Crea tu propia web gratis hoy mismo! Comenzar